NEOPTIKS ALPHA 2009
Ficha Técnica

Neoptiks α

Intervención picórica – LA Galería, Bogotá 2009

Pieza Principal: Óleo sobre canvas montado sobre placas de poliestireno con soporte en alumínio – (6 módulos de 190 x104/Pieza total: 1,90 x 6,30 m)

Espacio (70m2): Pintura vinílica fluorescente sobre pared e intervención sobre piso en 8 pizas recortadas en MDF de 4mm (70m2)

Piezas complementarias: Óleo fluorescente sobre Canvas montado en 7 semiesferas de acrílico termoformado de 45, 30, 20 e 10 cm

Neoptiks-en.light.en

Karen Aune // Hernando Barragán

LA Galería

Bogotá, Colombia, 2009

Curador: Carlos Betancourt

Mas allá del juego crítico del pop que desdibujaba las estructuras entre alta y baja cultura, hoy el artista es un productor de conocimiento e información inmaterial que se inserta dentro de las industrias de producción de la visualidad contemporánea mediante mecanismos de producción y distribución. La reacomodación de los sistemas de producción hace forzosamente necesaria su operación en un intermedio crítico: el intervalo entre diseño de producto y objeto serial, entre prototipo y manufactura estandarizada. La “fabricación” se convierte en una proyección del paradigma del capitalismo tardío por una total especialización y las estéticas del lujo diseñado crean experiencias en la vida cotidiana; es en este campo donde artistas como Karen Aune y Hernando Barragán han visto las posibilidades de producción contemporánea en proyectos que exploran las adaptaciones a este régimen tecnocrático a través de obras que son productoras de experiencia como actos de consumo inmaterial.

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A pesar de que la tecnología se haya convertido en un medio inevitable a través del cual pensamos, esta también está en el plano “de un tiempo por venir […] a la forma que adoptará esa cultura en ese tiempo futuro”. [1] Los trabajos de Barragán y Aune son reflejo de la teoría del caos, de la incertidumbre y de los fenómenos no lineales.

La obra de Aune comunica extrañeza, secuencias que por todo su desarraigo crean un cortocircuito frente a cualquier esfuerzo para tratar de comprenderlas. Su obra se construye de patrones visuales extraídos como órganos autónomos que a través del software repite, escala y traslada de una obra a otra. Neoptiks no tiene un sentido de comienzo ni final, sus elementos fluyen paradójicamente en el espacio aunque la sugerencia de una narrativa de vagas formas familiares persiste en esta obra. La manipulación del programa —acto intermedio entre la imagen original y el prototipo base de la pintura— tiene consecuencias directas en su apariencia final; la escala infinita en que las imágenes pueden reproducirse a partir del computador parece diluir en apariencia el volumen, el espacio y la perspectiva sobre la superficie pictórica. Los colores a veces son planos y otras contaminados, saturados y vibrantes. La imagen digital no deja de existir implícitamente dentro de la pintura y por tanto funciona como aparato de recreación “espectacularizada”, como simulador de una realidad por venir.

Los dispositivos de en.light.en de Barragán conservan, por otro lado, la ambigüedad entre obra única y objeto de consumo masivo, entre nociones tradicionales de arte como original y producto de diseño por el otro. En ellos se desarrolla la interacción en su forma más simple y lúdica: intrigan e inquietan al espectador al plantearle relaciones inusuales e inesperadas a partir de objetos aparentemente sencillos pero tecnológicamente sofisticados. Usando Wiring como plataforma de programación que permite la creación de ambientes tangibles para el medio informático, estos dispositivos plantean para el observador/usuario formas nuevas de relacionarse con realidades inmateriales, planteadas corporalmente hoy pero aún sobre la promesa de realizarse socialmente en un futuro cercano.

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Interviniendo a través de la tecnología el espacio del sujeto, los dispositivos de en.light.en crean una interacción mediada por el acto tecnológico que plantea una interrupción de las relaciones sociales y psicológicas del espectador por parte de la semiótica performática propuesta por el objeto tecnológico. Neoptiks, por otro lado, dispone como signos de la realidad un sistema de anormalidades que son reminiscentes del Bosco; existe en esta obra un cierto voyerismo que es la continuación del trabajo de Aune con estructuras que parten de lo orgánico como cuerpo, como estado básico de lo material a través de la exposición topológica del tejido como elemento original y mutante, como redenciones de Adán y Eva en las que el sujeto se ve desentrañado. Así, los actos visuales de nuestra sociedad actual producen actos de ver y darse a ver, de mirar y ser vistos a través de los cuales el sujeto es producido. Este acto performativo visual se articula a través de la experiencia del sujeto con el campo de la visión, de tal manera que el propio sujeto de visión viene a ser intervenido como tal por la decisiva potencia de este campo [2].

[1] José Luis Brea. El tercer umbral: estatuto de las prácticas artísticas en la era del capitalismo cultural.

[2] Ídem.

 

ArtNexus n.º 75, 2010

Karen Aune – Neoptiks

LA Galería

Bogotá Colombia, 2009

Texto: Marta Rodríguez

Karen Aune es una artista brasileña que está radicada en Bogotá hace tres años, y recientemente hizo su tercera exposición individual en Bogotá, titulada Neoptiks. Su obra toca el tema del cuerpo en cuanto organismo vivo, y como señala Santiago Rueda, la guía una preocupación esencial

Las condiciones y tecnologías que generan y mantienen la vida. Para hacer sus observaciones sobre el hecho vital, biológico y “natural”, la artista se vale de una serie de recursos visuales que parecen extraídos de fuentes diversas como las tecnologías médicas eco, radio y fotografías, los films y novelas de ciencia y ciberficción y los softwares de creación plástica electrónica.

En sus anteriores exposiciones, Neodynamics: Stem Cells (Valenzuela-Klenner Galería, 2006) y Technicolor (la Galería, 2007), su pintura nos aproximaba a fragmentos del cuerpo, formas orgánicas trabajadas con una técnica hiperrealista que contrastan con fondos de colores muy planos y vibrantes. En estas obras se aludía al cuerpo a través de formas y superficies que evocan la piel, los tejidos blandos y cartilaginosos. En la instalación Neoptiks, que tiene como elemento central una pintura de gran formato, predominan los tejidos acuosos.

La pintura de 190 × 630 cm, compuesta por seis paneles, ocupaba toda una pared de la sala. En esa superficie lisa, brillante, impecable, las formas orgánicas, frágiles y transparentes se distorsionan, se alargan, se extienden junto a otras formas que aluden a la luz, al láser, a la tecnología avanzada. Unas y otras se desplazan vertiginosamente de un lado a otro de la tela generando unos agujeros negros que como ojos o bocas, parecen estar devorando la vida que se agita en torno a ellos. A distancia, esta pintura me recordó el mundo inquietante de Matta, donde se percibe un movimiento que parece salirse de los límites de la pintura, pero en la instalación de Karen Aune, ese vértigo no respeta esos límites, se extiende al espacio de la sala. Sobre las paredes, como si hubieran sido expulsadas de la pintura, encontramos pinturas más pequeñas de forma circular cubiertas con una tapa de acrílico convexa que evoca la estructura ocular. Bordeando la tela, como una expansión de la misma, regadas en las paredes y sobre el piso, hay otras pinturas que como manchas amarillas fluorescentes, de color plano, se esparcen por el espacio dando continuidad a la pintura, involucrando el cuerpo del espectador.

En el proceso de este trabajo coexisten muchos referentes artísticos, entre ellos, Bacon y sus cuerpos abiertos, sus gritos que nos conducen a un ¿paisaje multicolor y fascinante?, según lo expresaba el propio pintor; el mundo del Bosco con esas burbujas inquietantes que se desplazan por el Jardín de las Delicias; el hiperrealismo de Rosenquist, y algunos artistas contemporáneos como Matthew Ritchie y Takashi Murakami. Por otra parte, la pintura está conformada por imágenes de origen tecnológico: fotografías de seres marinos, medusas y otros seres vivos que habitan en la profundidad de los océanos, seres frágiles y transparentes de estructuras primarias y apariencia acuosa, parecidos a las burbujas del Bosco. También se incluyen fotogramas de un video donde se registra una cirugía ocular realizada con láser, de manera que el ojo se presenta a través del humor vítreo y la córnea. Estas imágenes se procesan, se modifican en el computador, y con ellas, a manera de un collage, se conforma la estructura de la pintura que se imprime sobre la tela. Esta impresión luego es trabajada con pintura al óleo, con una técnica refinadísima en la que la pincelada se oculta dando lugar a un mundo tan liso y luminoso como la pantalla del computador.

La obra de Karen Aune es especialmente interesante, sigue la tradición pictórica llevándola a ese grado límite que es el hiperrealismo, esa pintura que, a la vez que seduce, ofende y engaña al ojo. Con esa técnica hiperrealista da lugar a una superficie pictórica que nos seduce porque a la vez que es pintura, de una manera inquietante, evoca la vida, su movimiento, y también trae consigo la imagen virtual. Además, por su interés y la manera como trata el cuerpo, la fragilidad de la vida y el avance de la tecnología, trayendo consigo múltiples referencias artísticas. Hay en su pintura una lógica, un modo de proceder que le confiere peso, que atrae por su fuerte sensualidad.

 

La anatomía de la imagen

Karen Aune

Alianza Francesa de Bucaramanga

Bucaramanga, Colombia, 2010

Curador: Germán Toloza

El flujo desaforado de imágenes es quizás uno de los fenómenos más abrumadores en el escenario de la vida contemporánea, imágenes impresas, circulantes en la red, ampliadas en la publicidad urbana, proyectas en la televisión y el cine, circulando a través del teléfono celular, en fin, en cuanta forma es posible de reproducción, la infinidad de imágenes que se crean y se lanzan cada segundo al mundo de la comunicación pública y privada es inconmensurable.

Al mismo tiempo, las posibilidades de acceso y manipulación de dicho océano de imágenes es tan fácil que se instaura como una inagotable cantera de observación, fisgoneo, comunicación y creación. Si hablamos más concretamente de la imagen digital, que se convierte en la directriz dominante hacia donde tiende el universo codificado, se puede asegurar que como herramienta manipulable para los diferentes sistemas de comunicación tanto lógicos como simbólicos, se hace muy importante, por no decir fundamental.

Al surgir la imagen digital se crea por supuesto un universo al interior de la misma, que hace pensar en una nueva “anatomía de la imagen” desde donde es posible entender otros comportamientos en la estructuración visual del mundo, como el de las aproximaciones psicológicas y de conocimiento para el ser humano. En el campo del arte, por ejemplo, se abren nuevos escenarios de interdisciplinariedad, que ponen al creador en la rica posibilidad de redefinir el sentido de “pintar”, de componer, de percibir, de editar y emitir imagen y concepto, desde perspectivas que se dislocan de la realidad si el artista lo desea y permiten a la mirada asomarse a mundos artificiales e incluso umbrales de la realidad en hibridación con los universos virtuales.

Ver el trabajo de Karen Aune aboca a esa nueva dimensión de la imagen, el primer impacto es el de un nuevo cuerpo de la imagen, auscultada, revisitada y diría, incluso, que diseccionada mediante el bisturí de los códigos de mapas de bits y vectoriales. Sus obras en la exposición Neoptiks invitan a reflexionar que la imagen, al igual que una masa de cera que se debate entre lo sólido y lo líquido, está dotada de una maleabilidad propia, una suerte de ley de comportamiento en la inmaterialidad, que trasciende la mera fisicidad del papel y de la tinta, o de la celdilla de píxel, y que se sitúa más bien en las leyes de expansión y contracción, de inoculación del caos en el orden de un mundo lógico moderno, de una nueva forma de pensar y poner el color, pertinente a una nueva forma de ver del ojo y de percibir culturalmente.

Por otro lado, se desbordan varios límites: el límite entre lo pictórico y la imagen digital, ya que se dan cita los elementos convencionales del dibujo, la forma, los campos de color y los niveles de profundidad o de planos que generan las formas orgánicas y el color en aras de una totalidad que parece una realidad estrangulada, es más, algunas imágenes son tomadas de un proceso de cirugía ocular y son manipuladas para crear esa especie de narrativa pasada por algún filtro onírico, un nuevo estado surreal . ¿Qué relación tendrán la dimensión tecnológica de lo virtual y esa pesadilla que vive infinita dentro de toda imagen?

Otro límite desbordado es el de orden y caos, ¿en qué umbral se sitúan sus imágenes cuando un dejo de realidad parece comprimido en ese estado de licuefacción similar al encuentro del aceite y el agua? Es precisamente esa posibilidad que escapa al universo euclidiano la que invita al ojo a buscar otras oportunidades, un mundo de mayores compatibilidades donde lo inesperado es bienvenido y la complejidad es fundamental, complejidad como escape a la lógica de la geometría sintética reticular y paralela que sustenta el sistema moderno del cubo Rubik.

En el universo artístico que plantea Karen Aune, las posibilidades de la forma y de la experiencia son infinitas, las lógicas de lectura, a pesar de tener orígenes en la experiencia, sugieren considerar abismos orgánicos de la imagen donde la percepción contemporánea parece hallar respuesta, placer estético y sosiego.

Finalmente, debe considerarse que Karen no solo plantea imágenes, sino que construye situaciones espaciales y vivenciales, en las cuales la imagen forma parte de una experiencia inclusiva. La gran pintura dialoga con el objeto imagen estructurando un universo físico que invita a ser recorrido. La experiencia se complementa con un elemento amarillo que a la manera de un plasma parece estructurar un paisaje habitable, de recorrido real en el cual las imágenes abren la ventana a la experiencia que desea plantear la artista. En ese sentido, el caos es un elemento fundamental como estación de partida y de tránsito a un mundo ordenado dentro de coordenadas contemporáneas, quizás mejor futuristas, de una estética coherente a los estímulos que la tecnología de la imagen, los campos diversos del lenguaje y las nuevas formas de la narrativa parecen palpitar en el contexto del escenario actual.

Realmente creo que la obra de Karen Aune es una bella experiencia que además de ver nos permite pensar sobre mundos internos que circulan como un sistema sanguíneo entre imágenes, sensaciones y aconteceres mecánicos y digitales del vivir cotidiano que nos compete.

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